viernes, julio 09, 2004

Paki 6 – En búsqueda de los ojos de Ñusta.

Mirando como lentamente la tierra se convertía en agua, volaba con el sol a su espalda, iluminando sus alas, se alejaba lentamente de la tierra, pero el sol como un escolta ahora calentaba su cuerpo, no tanto como su Waka, pero lo suficiente como para sentirse bien, como para recordar su vida en su paraíso ideal, para algunos el infierno, para él su único hogar conocido, ahora en un mundo visitado muchas veces, pero nunca pensado como su hogar, ahora su real infierno era el olvido al que lo desterraba su padre, si Supay pudiera soñar probablemente lo haría con estar al lado de su padre, con esa figura fuerte y rígida, ese que le enseñó a cazar, a disfrutar del dolor de los demás, mas aún cuando él causaba ese dolor, su padre, ahora era solo un desterrado de su hogar, de sus recuerdos y algo menos digno que cualquiera de los que estaban en el infierno, pues ya ni a ese lugar tenia derecho.

Volaba, miraba al infinito, sabía que sería un largo viaje, pero debía hacerlo, sentía el cansancio de la noche, lo que había comido ya había sido digerido por su estomago, sentía de nuevo hambre, pero no quería volver a sentir ese asco de sí mismo que le produjo su último alimento, su último plato, su última comida, ¿para que comer si luego vendría el dolor?, Para que saciar su hambre de comer lo que le gustaba si solo le generaría asco de sí mismo, ¿para qué?.

Para disipar un poco sus pensamientos pensaba en el brillo de aquellos ojos, pero esto solo le traía mas problemas, pensar y pensar en ella, en Ñusta, ¿por qué no la había matado?, De haberlo hecho todo seguiría igual; seguiria siendo parte del infierno, digno hijo de su padre, podría comer todo lo que quisiera sin sentir esa pena y mejor aún, dejaria de sentir ese maldito dolor en sus manos.

“Ñusta, ¿donde estarás?”, Pensaba Supay, “¿Quien maldita eres?, Por que me hiciste caer en este infierno de dolor”, pobre Supay, sus fuerzas lentamente se iban agotando y notaba como el sol estaba ganando su carrera por llegar al destino final, ahora no lo tenia tras de él, el gran sol estaba sobre sus espaldas, marcando el medio día de algún meridiano del atlántico, de alguna maldita isla olvidada de Dios, en medio de ese desierto de agua que se veía eterno, “Tal vez este sea el mejor sitio para nacer” - Pensó Supay, “si pudiera volver a nacer, si pudiera volver al momento en que debía dejarla morir”, en esos momentos Supay recordó sus ojos, simplemente gritó en medio de la nada “Lo volvería hacer, te volvería a salvar”, maldijo su deseo de repetir ese momento y sentirla en piel ajena, quería volver a sentir su piel, sentir sus dedos entrelazados en su mano, volver a sentir como la cargaba, como la retiraba del peligro, volver a sentir su rostro contra su pecho, sentir su respiración agitada, volver a sentir su corazón latir cerca de él, quería solamente sentir, sentirla de nuevo, ahora con su propia piel.

Supay dejo salir una lágrima que se perdió es su cara de rabia, una gota perdida en sus marcas faciales, donde lentamente penetraba en su piel imperfecta, en cada una de sus cicatrices y se fué perdiendo lentamente entre una mezcla del aire que golpeaba su cara y lo agreste de su rostro, Supay sabia que con el cuerpo y forma que tenia, Ñusta nunca se acercaría a él por placer, además, con la pequeña posibilidad que le dejaba su padre de solo poder tomar cuerpos de la peor escoria del Allpa pacha, su sueño tenia pocas opciones de nacer y hacerse realidad, Supay sintió de nuevo el maldito dolor en las manos, sentía como lentamente su corazón latía de manera arrítmica, sentía como sus fuerzas se agotaban, sin ganas de vivir, con el deseo de ver solo esos ojos Supay dejó caer su cuerpo llevara destino final en picada hacia ese desierto de agua, a la altura en la que estaba, caer en el agua era como caer prácticamente en un bloque de acero y concreto, como ver un huevo estrellarse en la ventana de un auto a 150 millas, Supay caía cada vez mas rápido, sin ningún deseo de abrir sus alas para evitar la colisión, destino final, un muro hecho de agua, “hambre, dolor, que mas da un muro de agua”, sólo un fuerte sonido rompió el agua, Supay se estrelló contra el mar y su cuerpo por el peso de sus alas seguía cayendo como el ancla de un buque, sus ojos cerrados, su cuerpo cayendo, sangre saliendo de todas sus heridas, sus alas apuntando hacia abajo, el dolor por un momento no existía, pues Supay no estaba conciente, por primera vez su mente estaba desconectada, su cuerpo sin control caía al fondo del infinito mar.

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