viernes, julio 09, 2004

Paki 11 – El Diablo y la muerte.

Supay se quedó perplejo, su búsqueda había llegado al final, veía los ojos de la Ñusta, veía su brillo, no podía creer tenerla tan cerca, fueron segundos eterno, el silencio exterior de Supay solo se veía roto por un corazón débil que quería latir y latir mas rápido, algo difícil para un paciente con cáncer pulmonar en etapa terminal IV, la quimioterapia lo tenía muy débil, pero aún así, extendió sus manos para tratar tomar las de ella, la Ñusta, su Ñusta. La enfermera vio en aquel hombre después de mucho tiempo una mirada que no era de odio ni rencor, después de mucho tiempo, vio como el señor Jiménez tenía otro semblante, una mancha de alegría sobre la pálida cara de la muerte, sus ojos hundidos le robaron a la muerte una mueca de placer, donde sus sentidos solo podían mirar, mirar tratando de hablar, como esas miradas que expresan alegría o lástima, esas miradas que hablan, esas miradas de los amantes que en sus despedidas a la distancia dicen te amo sin necesidad de mover tus labios, sólo con mirar sabes lo que dicen, pero que ahora le robaban a la muerte el último destello de brillo, como una vela apagándose al finalizar su cera, sacando el último chispazo de gloria en medio de su enfermedad, debilitado por la fiebre, tos y desgarros, drogas como el naproxeno, el Taxol y la codeina parecían ya no tener efectos, la morfina era el recurso final para aplacar un poco el dolor.

Con su mano extendida prácticamente colgada de la mano de la enfermera, quien con suavidad apretaba la mano de señor Jiménez, miró sus ojos y sonrió, se acercó un poco y le preguntó si deseaba decirle algo, Supay quería sentarse, poder sentirla mas cerca, abrazarla, intentó hacerlo, pero Supay no sabía que el cáncer de su nuevo cuerpo había hecho metástasis y ahora su columna tenía un tumor que le impedía moverse de su cintura para abajo, con la escasas fuerzas de sus brazos movía su torpe cuerpo hasta que la enfermera le recordó que no era aconsejable que se moviera, Supay quería hablar, decirle algo, saber si ella tenía las respuestas a las preguntas, a las dudas que el tenía, pero por mas que trataba, toda su voz moría en un intento de mover unas cuerdas bucales destruidas de tanta entubación que fue requerida para mantenerlo con vida en todos los intentos que la muerte había hecho para llevárselo, en cada abrazo que esta dio a sus pulmones para no dejarlo respirar mas y en los que hubo la necesidad de conectarlo a máquinas para que viviera su agonía un poco mas, todo por que su familia no quería desprenderse de él, por que guardaban la esperanza de un milagro que el diablo no iba dejar hacer.

La enfermera acercó un papel y un lápiz a Supay, sin saber que decir, que plasmar en ese pequeño espacio en blanco como su mente, solo escribió “Quién es usted” - La enfermera lo vio con cierto asombro, pensaba que su estado, ya le impedía recordar las cosas, además, ella sabía que la vida del señor Jiménez en ese momento era un milagro, los exámenes médicos mostraban un estado que ningún cuerpo podría soportar, los mas creyentes decían que simplemente estaba pagando los pecados que había cometido, para llevar su alma limpia a la muerte, esa idea ridícula de pagar los pecados en tierra para poder vivir en el cielo eternamente.

La Ñusta respondió y Supay grabó su nombre en las paredes de su mente, guardo la forma de las 5 letras con las que se escribía su nombre, guardó el sonido de sus labios, la forma de la expresión de su rostro al decirlo, guardaba cada instante para hacerlo eterno. Sentía como su corazón agitado marcaba cada vez picos mas inestables en el monitor cardiaco, el ritmo era mas y mas rápido, demasiado para un muerto en vida, demasiado para un ser que decían que estaba vivo por que se le veía respirar, un ser que hace mucho tiempo ya estaba muerto, un ser con la mano de la muerte sobre sus hombros, un ser que podía escuchar en el silencio los suaves pasos de la muerte y el diablo levitando sobre el piso, escuchando como se embriagaban con su dolor, como maquinaban su despedida.

El señor Jiménez por primera vez en mucho tiempo estaba vivo, gracias al demonio que en ese momento llevaba dentro, demonio que vio la luz en los ojos de una niña, en una Ñusta, por primera vez estaba vivo, por primera vez Supay no sentía el dolor en sus manos, no sentía la necesidad de nada mas, solo con su presencia bastaba, el sol, la lluvia, el viento, todo parecía solo decoración para esos pequeños minutos de vida que ahora Supay sentía en un débil cuerpo de un paciente terminal. Supay quería poder hablar, pero tenía que conformarse con el papel, pero no sabía que mas preguntar y no sonar extraño, como explicarle que por salvar su vida fue expulsado del paraíso, como explicarle que llevaba semanas buscándola, como explicar lo que Supay siente en su corazón, si ni siquiera el mismo puede explicarlo.

Ahora el monitor cardiaco mostraba un lento declive, se veía como el corazón del señor Jiménez ya no podía contener el sentimiento de Supay, la enfermera miró el monitor, Supay observó la cara de su Ñusta, sintió como su mano caía en la cama al ser soltada por la enfermera, y como esta salía corriendo al pasillo gritando por la ayuda de un médico, solo veía, cada vez el sonido se perdía en un infinito recorrido en el tiempo, cada momento el corazón parecía estar llegando a su destino final, el oxígeno era insuficiente y ese pequeño motor ya estaba cansado de tratar de llevar al cerebro lo que ya no tenía, es líquido vital lleno de oxígeno, ahora eran solo gotas de vida escasas, que circulaban para nada, solo veía como la imagen borrosa de cuerpos vestidos de blanco se acercaban a él como Ángeles de la guarda tratando de salvar su vida, como sentía pinchazos en sus brazos, en sus venas, como su garganta era recorrida nuevamente por ese tubo grueso que trataba de llenarlo de aire, su cuerpo sentía la vibración de la alarma del monitor cardiaco informando que su corazón se había detenido, sus ojos abiertos al mundo, viendo la luz apagarse, viendo como la Ñusta tomaba su mano como para no dejarlo ir, mientras que de la otra el diablo y la muerte lo invitaban a venir, lo invitaban a una eterna pesadilla, a su eterno triste castigo, la luz se hacía mas oscura aunque sus ojos seguían abiertos viendo las lámparas sobre el techo, era una mirada al infinito, tratando de encontrar en ese cruce de luz, la luz que siempre había estado buscando. La alarma se apaga, todo lentamente vuelve a la calma, lentamente sacan el tubo de garganta, todos vuelven a sus labores normales, sólo un médico y enfermera siguen al lado del Señor Jiménez, todo está en calma, hora de la muerte 8:50 AM, la mano fría de cadáver es soltada por la enfermera.

El alma de Supay toma su cuerpo original y este vuela contra el cielo con todas sus fuerzas, como queriendo encontrar en una nube de esas a Dios para poder golpearlo directamente con sus alas, la tuvo de nuevo en sus manos y nuevamente el maldito destino se la arrebató, ¿Cómo volver a verla?, ¿Cómo acercarse?, cómo un paciente no, para morir una y otra vez al lado de ella, no, debía encontrar la manera de poder tenerla cerca, hablarle, poder expresar sus dudas y poder empezar a entender que es lo que está sintiendo en su interior, ahora la muerte le juega sucio, su antigua amiga ya no lo reconoce, peor aún, se burla de su desdicha.

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