viernes, julio 09, 2004

Paki 10 – La oscuridad.

Se apoyó en las paredes de la cueva, trataba de hundir sus uñas en medio de la roca, tal vez para olvidar el dolor de su cabeza, tal vez por que no encontraba nada mas que maltratar, su dolor se convertía en rabia, sus dudas atormentaban su cabeza, cada vez eran mas cosas inexplicables, el dolor en su cabeza, el dolor en sus manos, ¿Que fue lo que pasó en el piso de esa cueva?, ¿Que fue lo que sintió entrando en su cuerpo?, ¿Por qué esa paz y luego tanto dolor?.

La luz de un nuevo sol, de un nuevo día, iluminaba lentamente la cueva, Supay sentía el brillo de la luz en sus ojos, sabía que no podía quedarse ahí por mucho tiempo, su búsqueda debía continuar, aunque por momentos quería terminar con todo y deseaba que todo fuera como antes o por lo menos acabar con el dolor, sin importar si eso incluía acabar con su- existencia, el dolor ya lo estaba llevando a límites inaguantables, cada vez su sufrimiento era mayor y no creía que valiera tanto sufrimiento el vivir.

Totalmente incorporado en la entrada de la cueva, vio el cielo, de nuevo a volar y buscar, cada vez con menos fuerzas, con menos ganas, con mas dolor, solo lo impulsaba el recuerdo del brillo de aquellos ojos, además, no tenía nada mas que hacer, ya no tenía hogar, ya su Waka no existía y el Allpa pacha se veía como su nuevo único hogar, cada vez estaba mas cerca de llegar a la ciudad donde había visto a la Ñusta por primera vez, cada vez, sentía que estaba mas cerca de ver de nuevo ese brillo, pero en lugar de estar feliz, sentía una inmensa tristeza, no sabía como abordarla, como tenerla, como lograr verla de nuevo sin asustarla, como ser un demonio en medio de los humanos sin asustarla. Era hora de buscarla, hora de encontrarla y buscar un cuerpo lo menos asqueroso posible para poder abordarla, sobrevoló la ciudad, la buscó en todos los sitios en los cuales esperaba verla, pero su búsqueda no tuvo frutos.

El sol caía lentamente y las montañas ya pintaban un naranja en las nubes con el reflejo del sol, el cansancio de Supay le recordaba que el día ya terminaba, que era hora de descansar y alimentarse, que la búsqueda debía seguir otro día, el dolor en su frente y en sus manos lo hacían sentirse cada vez más débil, sin hablar del hambre, ahora quería descansar en el cuerpo de un humano, quería descansar sin que ha nadie le importara la forma de su cuerpo, pensó rápido, una cama, comida, asistencia, algo de comodidad, pero a que precio, Supay tomó el cuerpo de un paciente terminal con cáncer.

Tenia garantizada la alimentación, precaria, pero por lo menos no tendría que cazar, una cama más cómoda que el duro piso de la cueva donde durmió la última noche, solo le molestaban pocas cosas, la compañía de esos seres humanos enfermos alrededor de él y que a sus dolores se sumaban el dolor del cáncer, cáncer en los pulmones, aunque este parecía un simple golpe en el dedo pequeño del pie contra el filo de una pared a media noche, comparándolo con el dolor de sus manos y su frente.

Supay recibió sus escasos alimentos, simples al gusto, blanco a la vista, alimentos tristes, como la existencia de ese ser que en ese momento habitaba, llegó la hora de dormir, apagaron las luces y Supay en medio de la oscuridad escuchaba como sus compañeros de habitación oraban, otros pacientes terminales, que nombre tan grotescos, “Pacientes terminales”, pacientemente esperando el fin, la muerte, pacientemente esperando la llegada de la muerte, la llegada de su juicio final personal, algunos con miedo, otros con esperanza de que sus dolores terminarían al dejar de respirar, como si con eso acabara tu existencia, como si lo que hiciste no mereciera un premio o un castigo, un premio en otros tiempos para Supay, un alma mala, un alma condenada, ahora, ahí, en medio de oraciones, el último recurso de los incapaces, de los que ya no tienen la vida en sus manos, de los que a todos se les va en una oración exigiendo al cielo, ¿Por qué vender el alma al diablo en una oración?, eso es para siempre, el cielo puede esperar, el infierno es un pasaje de ida.

Como explicarles que el Diablo y la muerte caminan de la mano, que hasta el cielo y sus iglesias han sido comprados, que la muerte tiene mas miedo de los humanos que de la misma compañía del diablo, al menos de él sabe que esperar, mas de los humanos, malditos chacales en espera de presa, buscando al mas débil, creciendo en el mundo al subirse en los hombros de los mas débiles, siendo mas fuertes por que devoran a sus pequeños súbditos, como lograr destruir el infierno, si el Allpa pacha esta lleno de demonios, lleno de pecado y es simplemente una Waka sin llamas, un infierno con estaciones y distintos climas.

Pasó la noche, Supay no pudo dormir en toda la noche, esas malditas oraciones llenaban sus oídos de ruido y eran como taladros en sus tímpanos, las luces se encendían, ventanas se abrían y enfermeras y médicos pasaba a ver a sus pacientes, en medio de ese ruido sin oraciones Supay trató de dormir un poco, cuando de repente, una enfermera le hablo “Es hora de su medicina señor Jiménez y no quiero ninguna pataleta el día de hoy, usted ya está grandecito como para hacer esos berrinches”. Supay en medio de su enojo volteó su rostro para poder verla -e insultar, como se atrevía a tratarlo de esa manera, primero por su condición de demonio, segundo por ser un paciente en espera de la muerte.

Mas cual sería su sorpresa al voltear y mirar su rostro iluminado por esos ojos, los ojos de la Ñusta, Supay la encontró.

No hay comentarios.: