viernes, julio 09, 2004

Paki 20 - Cielo rojo.

El día empieza a morir, lentamente el Sol se va ocultando detrás de las montañas, en esa línea al final del horizonte de verdes montañas, ahí donde el reflejo de la luz del sol se refleja en las nubes, manchándolas de rojo, como quitando su virginal color blanco, mostrando que el cielo también puede sangrar, en esa mezcla de algodón y sangre, como el universo nos regalara un inmenso algodón de azúcar color rojo, nubes moviéndose rápido, ocultando un paraíso inexistente en su superficie fría, no sólida, nubes rojas, un cielo rojo, frío, iluminado por el sol, dominado por el viento, ¿Dónde van?, ¿Es el destino?, ¿Es el azar?.
La ambulancia cruza la ciudad con son, grito de socorro recorriendo las calles, con una luz que no se pierde por la luz del sol que se niega a morir, esquivando conductores arrogantes que se niegan en dejar que ese vehículo de vida le gane la carrera a la muerte, rápido, en medio del tráfico, en medio de la multitud rostros solitarios, en medio de una urbe sin nombre, en medio de un edén perdido, en medio de la nada de nuestros sueños, en medio del silencio de su mente ahí va Supay, metido en el cuerpo de un niño, metido en la rota ingenuidad de la necesidad, metido en un cuerpo con una piel maltratada por los golpes que le ha dado la vida, golpeado mas por el desprecio y el desamor que por el mismo impacto del choque del bus que lo tiene en medio de la vida y la muerte, cada una tirando de un brazo, una con mas trabajo que otra, una que se ríe del destino, que se vanagloria de recorrer, otra con pocos brazos y escudos para los que tiene que cuidar, una con su traje negro y sonrisa oculta bajo su rostro de oscuridad eterna, otra vestida de blanco, como las nubes, pero con manchas rojas como el cielo en un atardecer de verano, manchas de sangre, manchas del ser que desea salvar, una con una mano apretando el cuello de lo racional para llevarlo a sus dominios, otra golpeando el pecho de un niño para hacer de nuevo palpitar su corazón, una cerrando los ojos de su nueva estadística, otra tratando de luchar mas rápido, de pensar deprisa, de no equivocarse, de hacer bien lo que aprendió, una con el diablo a sus espaldas ayudándole a tirar, otra luchando en contra de todo, hasta de los vivos para tener un poco de ayuda y poder dejar a ese niño con alma de demonio unos días mas en este infierno.
La llegada al hospital, todos tratando de mirar la nueva víctima del destino, el nuevo posible muerto, sin cara de lástima, sin oraciones, sin piedad, solo satisfaciendo su morbo, solo buscando alimentar su mente con imágenes de dolor, para pensar que otros pueden estar peor que tú, pensar que estamos bien por que otros están en peores situaciones. ¿Y tú que piensas Supay?. En medio de su inconsciencia, en medio de su trauma, Supay vé como su mente sin control nuevamente muestra imágenes al azar, imágenes que ha vivido, imágenes que ha soñado, imágenes que nunca vivió, soñó, imágenes sin sentido, sintiendo como un choque eléctrico invade su cuerpo, como siente que su corazón se detiene y trata de marchar de nuevo, como un motor fallando que es apagado para volver a encenderlo, sin saber en que momento el pequeño interruptor que conserva aún con vida a ese niño no volverá a funcionar. Siente como sus músculos se contraen con cada choque, con cada pase de ese maldito voltaje que trata de traerlo de nuevo a la vida, sintiendo como sus pulmones se llenan de ese aire artificial, que es mas oxígeno puro que el maldito aire contaminado que estamos acostumbrados a respirar, sintiendo como sus venas se llenan de la sangre que no es suya, de un donante que tal vez la cambió por un poco de comida, o por monedas para comprar un poco de licor, sintiendo esa fría sangre entrar en su cuerpo tan frío como el abrazo de la muerte, ahí en medio de un pasillo, recorriendo el camino al quirófano impulsado por un enfermero, mientras un médico da ordenes a su alrededor para no dejar ir a esta promesa de la delincuencia del futuro, al que tal vez en un futuro robe o asesine a sus hijos, en una camilla que ahora funciona como una ante sala del infierno, con agujas atravesando su cuerpo, llenándolo de fármacos, todos para volverlo a la vida, a este mundo real que puede llegar a ser mas triste y sombrío que tus pesadillas mas oscuras.
Esta vez el destino ha tirado los dados cargados a favor de Supay, un seis y un uno para sumar un siete, el número de la perfección humana, del máximo estado que podrá alcanzar un ser humano. Ahora está estable, con múltiples fracturas, pero vivo, en el mismo hospital donde ya murió una vez, en el mismo lugar donde vió a su Ñusta, ahora solo debe esperar a despertar, esperar para verla de nuevo, esperar para tratar de expresar lo que siente, de explicarle lo que pasa, la loca idea de lo que sucede, tratar de explicarle lo que sucedió aquel día que le salvó la vida y todo lo que él ha tenido que vivir para lograr llegar a verla, a simplemente expresarle su verdad.
Supay empieza a recuperar el sentido, lentamente trata de tomar el control de su nuevo cuerpo, siente como cada uno de sus nuevos huesos están golpeados, así como sus nervios envían una señal de dolor cada vez que intenta moverse, esto no importa, está cerca de su Ñusta, cerca para verla y poderla tocar, Supay abre sus ojos, para encontrarse con una nueva prueba en su destino. Supay está ciego.

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