viernes, julio 09, 2004

Paki 27 – Del bien y del mal.

La Ñusta corría lo más rápido que sus piernas se lo permitían, sin mirar a su alrededor solo corriendo, esquivando la gente, sin deseo de mirar atrás, asustada, solo buscado un refugio, solo tratando de encontrar algo lógico en todo lo visto, una forma de explicarse a sí misma que lo que había visto tenía una razón de ser, pero solo veía que todo lo que ella sabía hasta el momento se derrumbaba.
Ahora, su mente recordaba cada instante, cada palabra dicha por ese niño, por el enfermo terminal de cáncer, por ese mendigo en la calle, todo lo dicho por Supay, ella pensaba que la pesadilla que se creó en su mente el día de su casi violación terminaría con la matanza de aquella noche, con la salvación inexplicable de aquel ser, pero su pesadilla seguía, y quien sabe por cuanto tiempo mas.
Corría, solo quería llegar a un sitio donde se sintiera a salvo, sabía de la existencia de los demonios, pero no sabía que estuvieran tan cerca de ella y que su vida diera un giro tan radical, desde pequeña le hablaron de la tentación, del bien y del mal, pero nunca pensó en tener una prueba física de la existencia del lado oscuro, menos aún, que ella se vería en medio de una historia entre la lucha del bien y del mal.
Corrió hasta que su corazón no dió mas, se sintió segura de estaba rodeada de gente, pero sentía que aún no estaba segura, miró a la calle, hizo parar el primer taxi que pasó y le dió la dirección de su casa, donde creía que estaría a salvo, pensó en avisar a la autoridad, pero sabía que la policía no podría mediar en la lucha del bien y del mal, esto era algo que se salía de la mente de cualquier ser humano corriente, quería llegar a su casa, hablar con su padre, sabía que la edad de su padre era sinónimo de sabiduría y que tal vez él podía aclarar algunas de las dudas que ella tenia en este momento, su padre le había hablado muchas veces sobre esto, pero ella solo pensaba que era historias, que nunca llegaría a pasar realmente, que eran cosas de la iglesia para someter a su pueblo, pero ahora, todo cambiaba, todo giraba, toda su cabeza era un montón de ideas locas sueltas.
En aquel taxi, la Ñusta parecía en otro mundo, el taxista la miraba por el retrovisor, era difícil no hacerlo, su belleza cautivaba, sus ojos eran una llamada al pecado y su cuerpo bien moldeado por su ropa provocaba la mirada, mirada que hacía que el taxista descuidara un poco su atención en el tráfico y en las señales, que muchas veces no respetó por no alcanzarlas a ver a tiempo. Esa belleza en ese momento parecía alterada por algo.
Con el deseo de no pasar todo su recorrido hasta la casa de la Ñusta solo mirándola, tomó valor y empezó ha hablarle; "¿Puedo ayudarle en algo señorita?, La veo nerviosa" - Dijo el taxista.
La Ñusta guardó silencio por unos segundos, como tratando de volver a su realidad, a la realidad del taxi, miró por el retrovisor los ojos del taxista; "No, tranquilo!!!, solo un poco asustada, intentaron robarme ahora, ya sabe, esta ciudad es cada vez menos segura" - Contestó la Ñusta, tratando de desviar la atención de lo que realmente había pasado, tratando de desviar su propia atención de todo lo que una vez fué solamente una historia de fantasía, de ángeles y demonios, la cual ahora se hacía realidad, era como si sus sueños fueran mas reales que su propia vida, que la vida que ahora le cambia.
Todo el camino fue una charla monótona con el taxista, acerca del país, la inseguridad, el desempleo, el clima, todo lo que se puede llegar ha hablar con un extraño, esto ayudó a la Ñusta a desviar un poco la atención de su nuevo estado, ya se acercaban a su casa, a la casa de sus padres, pagó al taxista el costo de la carrera, corrió a la puerta de su casa, prefirió tocar la puerta y no abrir con sus propias llaves, no tenía cabeza para buscarlas en su bolso y mucho menos creía contar con el equilibrio de sus manos para meter la llave dentro del cerrojo, sus manos temblaban, frías como el hielo, solo esperaba que su padre abrirá pronto la puerta.
La puerta se abrió, era su padre, un hombre robusto, con el paso de tiempo pintado en su cabeza como pequeños ríos de plata en medio de una llanura, manos grandes, ojos oscuros tras los cristales de sus ante ojos. La Ñusta entró y se lanzó sobre su padre en un mar de lagrimas.
"Padre, lo he visto, realmente existen, lo vi, lo vi".

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