viernes, julio 09, 2004

Paki 22 - La soledad.

Con su cuerpo dormido, su mente despierta jugándole malas pasadas, con toda la fuerza mental tratando de despertar cada uno de sus músculos, tratando de escuchar a su Ñusta, tratando de sentir la tibia caricia de la mano sobre su piel, Supay no sabe como permitió que el amor se metiera en su corazón, se está haciendo tarde para terminar de encontrarla, para evitar el ataque de sus cazadores, debe actuar pronto, ¿Pero cómo?. Está tan cerca, pero tan lejos.

Supay tendrá que esperar y ver cuando encuentre todas las razones para seguir luchando, quizás encontrará otra salida, encontrará otro día con todos los cambios en su vida, quizás lo haga bien la próxima vez, ahora que se ha quebrado, podrá bajar de la nube del amor donde ahora está viviendo, podrá algún día poner los pies en la tierra, mas nunca podrá extender de nuevo sus alas sobre el infierno. Supay ya no habla tan fuerte, ya no camina tan orgulloso, ya no más, su brillo se ha ido perdiendo.

En medio de su realidad inexistente, en ese estado de no dolor, sus miedos mas secretos afloran, el miedo a su muerte, el miedo a no volver a ver a su Ñusta, el dolor, las imágenes, su eternas pesadillas, sus imágenes volando en medio de sus ojos cerrados, de sus ojos ciegos, viendo lo que recuerda reflejado en su nuevo estado de oscuridad. Está aquí, solo, a la deriva, tiene tiempo para leer entre líneas cada uno de sus sueños, vé como se aproxima la tormenta y las olas son inmensas, parece que todo lo que ha conocido esta ahí, en sus sueños, en su dolor, ¿No podría simplemente irse y morir?.

Su mente lo lleva de la mano a pesadillas, a dolores que llenan mas su cuerpo de esta fría sensación de muerte, de esa soledad, de esa búsqueda que cada vez lo lleva mas al sufrimiento, se ve así mismo atado a su cama, de pies y manos, se ve desnudo, con frío, sin nadie que lo proteja, con sus alas abiertas, con su frente llena de sangre, sus manos abiertas con dos clavos en el centro, con dos grandes orificios, con ese maldito dolor en sus manos. Ve como lentamente su Ñusta se acerca, ve como acaricia su pecho, como lo besa, siente ese dulce calor de sus labios recorriendo su cuerpo, siente ese dulce placer en su cuerpo, ese dulce placer que nunca había sentido en carne propia, su mente olvida por un momento el dolor, se concentra solo en ese placer, en esos besos y en esas caricias de la mano izquierda de su Ñusta, era el éxtasis total, de repente, de nuevo el dolor, un nuevo dolor, veía como con la mano derecha la Ñusta, su Ñusta, clavaba un puñal en su costado, lentamente entraba en sus costillas, perforando su piel, tratando de llegar su corazón, tratando de penetrar su corazón de detener ese nuevo dolor, esa nueva marca, ese nuevo estigma que ahora también marcaba su corazón.

Supay despertó agitado, el efecto de los calmante ya había pasado, ya era de noche, su Ñusta ya se había marchado, tendría que espera al nuevo día, a una nueva oportunidad, todo está en silencio, solo se escuchaba el ruido de las máquinas a su alrededor, respiradores artificiales llenando los pulmones de alguien que está mas fuera de este mundo que cualquiera de nosotros, monitores de ritmo cardiaco mostrando que aún estas conectado a este mundo, una seca tos a la distancia de alguien que posiblemente muera esta noche, solo, en medio de esa cantidad de gente que vive por que la existencia a veces es mas rebelde que nuestros cuerpos, vivos como Supay, por que tal vez aún no has visto su día final.

Aunque la puñalada en el costado era solo un sueño, Supay aún despierto sentía el dolor como si éste existiera, dolor y mas dolor, ya era suficiente con el dolor de su nuevo cuerpo, ahora tenía que cargar con los dolores que su cuerpo creaban.

Solo tenía que tratar de dormir, esperar al nuevo día, y tratar de hacer mejor las cosas y esperar de nuevo a su Ñusta, sería una noche larga, una espera casi eterna, pero ahora está mas cerca que nunca, la noche fue una eternidad en las tinieblas, sin poder ver nada, sin distinguir nada a su alrededor, sin saber cuanto falta para el amanecer, cuanto falta para empezar ha actuar.

Supay tardó en conciliar el sueño, ya había dormido mucho por causa de los calmantes y volver a dormir era algo difícil. Solo había transcurrido unas horas de su sueño cuando sintió una mano tomando la suya, al mismo tiempo que sentía que alguien se sentaba al lado de su cama y acariciaba su frente.

Escuchó pacientemente, "¿Cómo sabes mi nombre?, ¿Por qué me estabas llamando ayer?. Su Ñusta le estaba hablando, tenía toda la atención de la mujer que amaba, ahora Supay.

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