viernes, julio 09, 2004

Paki 5 – El sentir.

Era la primera vez fuera de su Waka que Supay habla con alguien, mas aun, sobre temas como Dios y el infierno, hablaron durante varias horas, hasta que vieron el sol salir frente a ellos, Supay veía un siervo de Dios, de una falsa religión, en otro tiempo y lugar hubiera disfrutado destruyendo a ese ser, pero ahora ese sacerdote se esta convirtiendo en la única guía que tenia acerca de lo que esta sintiendo.

Supay sabia que su padre no lo volvería a recibir nunca mas en el infierno, que su existencia no sería la misma a partir de ese momento, pero nada importaba mas en ese momento que volver a ver esos ojos, a la portadora, la dueña de ese brillo. Eso en realidad era lo que más mortificaba a Supay, en lo saber que sentía, no saber por que esa Ñusta provocaba esos impulsos en él, ahora todo era confuso, todo lo que había aprendido en su existencia ahora parecía no tener sentido, su maldad se había opacado, su deseo de hacer daño se mantenía, pero cada vez que lo hacia experimentaba dolor, angustia y ese maldito sentimiento que no sabia como expresar y llamar, pero que le hacia doler las manos, que siempre terminaba rompiendo el silencio en un grito de furia.

Supay sabia que estaba lejos del último sitio donde vio a la Ñusta, sabia donde debía llegar, pero nunca había volando tanto, antes solo escogía donde llegar y era tele transportado desde el infierno, pero ahora era distinto, ahora debía volar para llegar, para buscar a la Ñusta y tal vez así encontrar la razón de su cambio, o al menos, dar fin a su dolor.

El sacerdote aún está a su lado, si la imagen de Supay de noche era terrorífica, de día era mas siniestra, se podían ver sus heridas, la estructura de sus alas y como estas siendo metálicas se fusionaban en su espalda como un solo material anclado a sus huesos, se veían resistentes, fuertes, como un cuchillo de carnicería, lleno de coagulos de sangre de todas sus victimas. Eso no era lo única aterrador, su piel era un conjunto de marcas de quemaduras, todas las quemaduras que había sufrido en el infierno, ahora, el sacerdote se concentraba en sus manos, uñas largas, bajo ellas, resto de carne, pero lo que lo horrorizó hasta el punto de no dar crédito a lo que veía era ver las palmas de sus manos, eso explicaba por que en medio de esa cantidad de sangre derramada existiera ese olor a rosa.

Eso no era digno de estar en un ser como Supay, cuantos seres santos, devotos, dedicados a Dios desearían tener esa marca en su piel, cuantos no habían añorado llevar esa señal, esa marca que durante tanto tiempo la iglesia quiso dejar solo para los más dignos de Dios, ¿Cuantas veces la iglesia no oculto evidencias sobre estos casos por que sus portadores no eran lo suficientemente puros?. Ahora solo contemplaba, con el deseo y miedo de tocar para ver si eran reales.

¿Te duelen?, ¿Puedo tocar? - preguntó el sacerdote.
Supay lo miro - ¿Cómo sabe Usted que me duelen?
Por que veo las heridas, las marcas y quiero saber si son reales - Dijo el sacerdote.
Supay miro sus manos, sentía el dolor, mas no veía las heridas, solo lo sentía, - no veo heridas, me duele intensamente, pero no veo heridas - afirmó Supay.

No las puedes ver, eres tan poco digno de esas marcas que ni siquiera puedes verlas - afirmó el sacerdote.

Las marcas de Supay en sus manos, esas marcas que el no podía ver, no eran otra cosa que una señal de estigmatización, una marca solo para digno de Dios, el sacerdote no sabia como explicárselo a este demonio, menos aun, no sabia que reacción tomaría al decirle esto, el sacerdote prefirió guardar silencio.

Supay lo miro - ¿qué me ocultas?, - nada - respondió el sacerdote, Supay volvió a su pensamiento principal, como encontrar a la Ñusta, se incorporó y extendió sus alas, estas reflejaban el Sol del amanecer, seria un largo viaje, pero debía empezar a recorrerlo si deseaba encontrar rápidamente las respuestas a sus dudas, miró al sacerdote y le dijo, Jesús es hijo de Dios, así como lo es mi padre, ambos tomaron caminos distintos, tu Cristo servir a tu Dios, mi padre mandar en su propio reino. Tu cristo no era santo, solo fué un hombre normal que hizo cosas extraordinarias. Sin darle tiempo al sacerdote de decir algo agitó sus alas y se alejó.

El sacerdote miró el piso lleno de sangre, los restos de carnes que era ahora comida de las moscas, sin Supay el olor era una mezcla-- de carne podrida y azufre, no había duda, Supay tenia dos signos de estigmatización, lo grave era que fuera un demonio.

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