viernes, marzo 21, 2008

Paki 32 – La espera.

El reloj marcaba lentamente el paso de cada segundo, los minutos se volvían eternos, Supay sentía el tedio del paso lento de tiempo, pero sabia que debía esperar en medio de ese montón de miradas que lo veían con miedo, con lastima, con dolor, con una oración en sus labios pidiendo al cielo no correr la misma suerte de aquel hombre sin piernas, una oración, una señal de la cruz sobre sus rostros, otras sobre sus pechos, sin saber como disimular el morbo que producía el querer saber: ¿Que tanto había perdido de sus piernas?, ¿Cómo sería su vida en muchos aspectos?, ¿Tendría familia?, Dios quiera que no, pobre esposa, pobres hijos, pensamientos ridículos, la suerte, ese maldito destino del azar, esa parte donde Dios Juega a los dados, la parte no escrita de los renglones torcidos del libro del destino escrito por Dios.

Supay vio mucha gente entrar ese día en la clínica, pacientes, heridos, moribundos, algunos ya muertos, visitantes, acompañantes, etc, Supay solo trataba de recordar lo vivido, como si su vida fuera de su infierno fuera más grande y provechosa que la época donde era alguien de respeto en el infierno. Ahora, ahí, como un humano de tercera, esperando la bondad de alguien a quien él le salvo la vida.

Después de varias horas Supay sentía que era observado más que de costumbre, tal vez por el tiempo que llevaba en aquel sitio sin ser atendido. El paso del tiempo ya marca la diferencia entre la mañana y la puesta del sol, que ahora en su casi eterno brillo la tierra hacia parecer que giraba hacia el horizonte para morir en medio de las montañas, pasaba ya de medio día y no había vuelto a ver su Ñusta, en varias ocasiones llego a pensar que esta había huido de miedo y lo había dejado ahí tirado, plantado, esperando simplemente una hora que llegaría sin lo prometido. Consultaba el reloj circular colgado de la pared del frente, es reloj que marcaba lentamente como la vida se le iba en una espera, mirando a su alrededor ya mas con odio y rencor, que con miedo sigilo en búsqueda de los cazadores.

Por uno momento Supay se disipo en sus recuerdos, recordando su Waka recordando como eran aquellos tiempos de violencia, donde él era Juez y verdugo, donde el placer de sus días era hacer dar ese pequeño paso adelante al pecado, para que la muerte cumpliera su labor y así él tener mas almas que castigar por toda la eternidad, ahora ya no era dueño de su Waka, de su pedazo de infierno, ahora habitaba en un infierno, algo peor, pues aquí ya no era mas el hijo de Satán al que se debe respetar, aquí es simplemente una piltrafa del destino. Ahora no podía ver la belleza de sus ojos en ese cuerpo de demonio, como una flor de loto rodeada por hojas verdes en medio del pantano.

Supay vio el cambio de turno de las enfermeras de recepción, así mismo como las miradas que se intercambiaron para señalarlo, como diciendo “Lleva horas aquí, es mejor que estés pendiente de que desea o a quien espera”. Supay sentía un deseo sin limites de correr hacia el par de brujas disfrazadas de enfermeras y romper sus cuellos de un solo golpe, pero era mejor esperar a que saliera su Ñusta, ya faltaba pocas horas, era mejor tratar de no llamar la atención.

Algo sorprendía a Supay repentinamente, la presencia de Pierre Valdo, quien entro rápidamente hasta donde estaba sentado Supay, - “Sabia que estabas aquí” - Dijo Pierre.

Supay en medio de su desconcierto y asombro, solo pudo improvisar una pregunta a su presencia, - “¿Cómo sabia que era yo?”.

“¿Que otra persona podría estar tanto tiempo aquí esperando por nada?, Solo tu” - Dijo Pierre, - “Vamos, debemos salir pronto, me informaron que pronto llegaran a cazarte, ya saben que estas aquí, pronto esto se convertirá en tu tumba si seguimos aquí.”

“¿Cómo lo sabes?” – Pregunto Supay.

“Olvidas que fui miembro de la Hermandad, aun tengo contactos, y también sus frecuencias de radio, ahí escuche la noticia sobre tu presencia en este sitio, debe irnos pronto ,no podemos esperar más.”

“Pero ella pronto vendrá y debo estar aquí esperándola” – Dijo Supay – “Pronto llegara”.

“Esa mujer que buscas te causara la muerte, vamos, salgamos de aquí, en otra ocasión planearemos todo mejor y te ayudare a encontrarte con ella” – Dijo Pierre. – “Vamos, ya deben estar a pocas manzanas de aquí, movámonos.”

Supay pensó por unos segundos y decidió partir y buscar luego a su Ñusta.

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