viernes, marzo 21, 2008

Paki 35 – La ayuda.

El día se convirtió en noche, Supay buscaba un sitio donde poder llevar a ese perro valiente mal herido, buscaba donde poder curar sus heridas y la de su nuevo amigo, buscaba el fin del día y el principio de la noche, buscaba en su mente por que tanto castigo por una causa, por que tanto dolor por conseguir sus metas, buscaba en su mente en que momento la suerte le cambió, en que momento su infierno se convirtió en un invierno eterno de suerte fría y cruel, un invierno, una estrella que guía a hora su destino ahora sin límite de mala suerte, donde todo aquel que le ayuda muere o es mal herido, acaba de perder a Pierre, no había uno entre ellos para Supay, pero no sabía por que le dolía la mente en pensar en la muerte de alguien que le ayudó, tal vez por que antes no había pasado.

Su suerte está cada vez mas negra, la tarde roja se convierte ahora en un manto negro, sin estrellas, llena de nubes que en medio de la noche se ven grises, grises como la mente de Supay, una mezcla de amor blanco y de maldad negra, una mezcla difícil en un demonio, un dolor grande para cualquier mortal. Sus alas siguen sangrando, la flecha causó mucho daño en la parte de carne de Supay y ahora sentía que esa última transformación lo dejaba mas convertido en humano que en demonio.

Por fin encontró un lugar donde descansar, una construcción sin terminar y abandonada, llena de mala hierba, con sus estructuras metálicas oxidadas, las paredes llenas de musgo, negras por el paso del tiempo, con telarañas en todos los rincones y una micro fauna digna de un gran jardín, un jardín en medio de la gran ciudad, era una construcción abandonada en un buen sector de la ciudad por lo que podía verse en las edificaciones vecinas, buscó un sitio alto que le sirviera de refugio, donde pudiera ver la llegada de los posibles cazadores, estaba muy cansado y lo que menos esperaba era otra batalla, sólo pensaba que en medio de su mala suerte esos perros lo ayudaron a mantenerse con vida, lo que no entiende es la no presencia de Pisano, ¿Por qué sus perros estaban solos, sin su amo?.

Dejo al perro en un rincón de la edificación en el último piso, sabía que necesitarían un buen techo, pues esa noche parecía que fuera a terminar en una gran tormenta. Buscaba algo con que abrigar al perro, pero no encontró nada, sobre voló el barrio en búsqueda de cobijas o mantas que pudiera robar y al cabo de poco tiempo ya de vuelta, Supay pudo hacer una especie de nido para el perro, muy cómodo, con una cobija gruesa que servía para evitar el frío contacto con el piso y una manta algo delgada para cubrir al perro. Tanto su herida como la del perro habían dejado de sangrar, Supay observaba a su nuevo amigo, tratado aún de explicarse el por que de sus actos, en medio de sus pensamientos y sin darse cuenta, aparecieron en la habitación el resto de la jauría, Supay no se lo podía explicar, la única entrada posible estaba siendo vigilada por el mismo, y una jauría de ese tamaño sería fácil de ver, fácil de detectar a varios cientos de kilómetros, otra cosa extraña para sumar al resto de acontecimientos diarios, pero, ¿No es la sola existencia de Supay lo mas extraño del mundo?.

La jauría se acercó al perro herido, todos se sentaron frente a él, con sus bocas aún manchadas con la sangre de los cazadores. Sus miradas eran profundas, casi como si pudieran hablar en medio de ese gran silencio que existía en aquel frío lugar. De un momento a otro el perro herido se levantó de su nido, todos los demás perros hicieron lo mismo, el perro pasó por el lado de Supay, lo miró de una manera profunda, con algo de afecto en aquellos ojos llenos de maldad, algo difícil de encontrar en una raza de perros asesinos como estos, cuyas facciones están diseñadas para causar terror, Supay no sabía por que, pero sentía que los perros le deseaban suerte y le compartían algo de su valor en aquel momento.

El perro mas grande y herido, empezó a caminar con rumbo hacia las escaleras, los demás perros los siguieron, todos pasaron al lado de Supay. Supay solo veía como uno tras otro se perdía en el principio de las oscuras escaleras, y de inmediato miró por la ventana hacia los exteriores del edificio, esperando que los perros salieran y verlos tal vez por última vez, pero no fué así, nunca salieron, Supay nunca los vió llegar a la calle, ahora estaban perdidos en algún lugar del edificio, mas no perdidos de la mente de Supay.

Supay organizó el temporal nido que había creado para el perro, ahí se acostó, por primera vez en su vida en este su nuevo mundo, tenía algo parecido a una cama, tapó sus descalzos pies, cubrió su cuerpo hasta la cintura y veía por la ventana el reflejo de la luz producida por los rayos que empezaban a caer, el sonido del trueno cada vez estaba mas cerca, Supay sabía que la tormenta estaba cada vez mas cerca, ahora trataba de poner su mente en calma, planeando un nuevo día, la nueva manera de llegar a su Ñusta, de evitar los cazadores y tratar de al fín completar su misión, pero ahora en medio de esa maraña de ideas se mezclaba también la existencia de aquellos perros, el por que de su ayuda y la no presencia de Pisano.

El cansancio y el dolor en sus alas produjeron que el sueño llegara pronto a los ojos e Supay, con miedo de dormir, pero con un cuerpo que no quería luchar más por este día, con un cuerpo más humano que demonio, pero aún así, feo como solo un demonio tan oscuro puede llegar a serlo, extrañaba sus alas, para él lo mas bello, ahora convertidas en un trozo de carne rodeado de escaso metal, carne, con sangre, con dolor, carne, la misma que tienen los humanos en todo su cuerpo, carne, la misma que tantas veces devoró, ahora de nuevo se repite su ritual de sueño, sus eternos sueños, su dulce dolor de lo inimaginable. Es hora de dormir.


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